jueves, 25 de noviembre de 2010

'Hay otros mundos, pero están en éste'

Hace bastante tiempo mientras leía el Blog Vida Extra encontré un articulo muy interesante en el cual, con un tono fantasioso, hablaban sobre la "realidad mística" de los videojuegos.

Tomando como base la naturaleza de internet, el pequeño articulo partía con la frase de un celebre poeta pasando hasta reflexiones filosóficas donde las metaforas no faltaban. Y bueno... hace poco lo encontré de nuevo, así que me tome la libertad de publicarlo.
'Hay otros mundos, pero están en éste'



La célebre frase que el poeta francés Paul Éluard escribió en el siglo pasado encaja a la perfección a la hora de definir la actual convivencia de distintas realidades. Éluard, amante de las vanguardias, se maravillaría hoy ante la riqueza de ideas que habita los parajes digitales.

Internet ha cambiado nuestra forma de vivir, de comunicarnos y, es a lo que vamos, de jugar. Partidas online, mundos persistentes, enormes comunidades construidas a base de ceros y unos… Habitamos nuevas tierras que desafían las normas hasta ahora conocidas.

Cuando jugamos en red, la muerte dura lo que tardamos en reiniciar la partida, las guerras son mundiales pero sus soldados las libran sin salir de casa y los enemigos son realmente amigos con lo que se puede quedar para matar y morir otro día.


Existen migraciones masivas a tierras prometidas donde todos hablan el mismo idioma, mundos que se expanden de forma periódica con el nacimiento de nuevos continentes, lugares donde el tiempo es relativo y el hambre no existe.

Somos grandes estrategas, eficientes gestores, imaginativos dioses capaces de crear millones de especies que evolucionarán y se expandirán por toda la galaxia. Hemos visto los límites del universo, allí donde las leyes de la física saltan por los aires.

Somos altos, bajos, gordos, delgados, negros, blancos, mujeres, hombres, animales, monstruos… Hemos muerto un millón de veces pero somos y existimos más allá de nuestras limitaciones físicas. Hay otros mundos, pero están en éste.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Rhapsody of Fire y el dia que no pudiste ver a tu grupo favorito

20 de Noviembre, es un día que nunca olvidare... No, no lo digo porque se "celebra" la Revolución Mexicana. Tampoco lo digo porque haya visto a los vecinos en situaciones indecentes ni porque me haya metido a una casa abandonada para tomar "prestada" alguna red.

Lo digo porque... vino Rhapsody a México! Y que tiene de malo?... Bueno... es que de hecho tiene bastante de bueno, pero seria mejor si hubiera podido estar ahí... Vino Rhapsody y no pude ir! T_T RHAPSODY!!! MI GRUPO FAVORITO DESDE LA SECUNDARIA!!! VINO POR PRIMERA VEZ A MÉXICO Y NO PUDE ESTAR AHI!!!


Flashback.-
Hay 5 grupos de Metal que definieron mi etapa en la Secu: Helloween, Mago de Oz, Sonata Arctica, Nightwish y Rhapsody.

Hasta el día de hoy solo me faltaba ver un grupo... Recuerdo que varias veces soñé como seria ese día... Me dije a mi mismo que con tal de estar al frente podría formarme incluso una semana antes de que comenzara el concierto... Claro, si se presentaban en Guadalajara.

Pero si estas en Vallarta, como irías a Guadalajara una semana antes? y la escuela? Me vale la escuela <-< (?) ok no.

Flashback off.-
VINO Y NO FUI T_T... VINO Y NO FUI!!!



La primera canción con la que comenzaron fue la intro sinfonica de Dar Kunor para luego seguir con Triumph or Agony *-*!!!

Setlist del Concierto
01. Dar-Kunor (Intro)
02. Triumph Or Agony
03. Knightrider Of Doom
04. The Village Of Dwarves
05. Unholy Warcry
06. Guardiani Del Destino
07. On The Way To Ainor
08. Drum Solo
09. Dawn Of Victory
10. Lamento Eroico
11. Holy Thunderforce
12. Dark Frozen World (Intro)
13. Sea Of Fate
14. Bass Solo
15. The March Of The Swordmaster
16. The Frozen Tears Of Angels
17. Emerald Sword

En la lista se nota que le dieron prioridad a las canciones del nuevo disco, por fortuna no se olvidaron de las canciones clásicas como Dawn of Victory, Holy Thunderforce y Emerald Sword, sobre todo esta ultima que fue con la que finalizo el concierto... vaya manera de terminar *-*



Por fortuna probablemente vengan el año que viene debido al lanzamiento del ultimo disco de toda la saga... pero de la anécdota no me quedo de otra mas que colocarme los audífonos, apagar las luces e imaginar como seria estar ahí. Sera para la siguiente, sera para la siguiente...

martes, 16 de noviembre de 2010

Imaginantes. El Pescador de Ideas

Mas de Imaginantes ^^ hace bastante tiempo que no continuaba con los videos, ahora, para variar un poco, le toca el turno a David Lynch xD

Jenny

Jenny.

Me pregunto como habrá sido tu ultimo día antes de partir... tal vez lloraste por el dolor que algo te causaba o incluso tal vez reíste alegremente sin saber el destino que te esperaba.

¿Cual habrá sido tu ultimo sentimiento? ¿Cual habrá sido tu ultimo recuerdo?

Sabes... el ultimo recuerdo que tengo de nosotros juntos es un poco confuso, no se si tu llegaste o yo fui el que te encontró. Lamentablemente solo se que no es el mejor recuerdo que tenga de ambos. La distancia, la sociedad, el crecimiento, la vida... todo nos hizo cambiar. Las cosas que antes nos parecían interesantes ahora nos parecen mas aburrido que tener que ir a misa un domingo por la mañana. E incluso las cosas que antes nos parecían desagradables, como el amor, ahora nos rodean por completo.

Siempre te ibas sin decir adiós. El lugar donde nos plantaron hizo que nos adaptáramos a el, aunque siempre tratamos de mantener nuestras raíces bien definidas, para que el ambiente no nos hiciera olvidarnos de lo que somos, de quienes somos. 

Ahora, el otoño seca las hojas y tira los arboles y entre todo este frió me dirijo hacia la iglesia para decir hasta luego... 

Descansa en Paz Jenny.

Espero curarme de ti - Jaime Sabines


Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.

jueves, 28 de octubre de 2010

Cuando Comence a Escribir - Gabriel García Márquez

Sinceramente no me gusta hacer copy-paste... al menos cuando hago un tema para el blog (en la tarea... es otro tema), pero en algunas ocasiones debo hacer una excepción, en ocasiones como esta debo hacerla...

Cuando Comencé a Escribir - Gabriel García Márquez

Caracas, Venezuela, 3 de mayo de 1970

Primero que todo, perdónenme que hable sentado, pero la verdad es que si me levanto corro el riesgo de caerme de miedo. De veras. Yo siempre creí que los cinco minutos más terribles de mi vida me tocaría pasarlos en un avión y delante de veinte a treinta personas, no delante de doscientos amigos como ahora. Afortunadamente, lo que me sucede en este momento me permite empezar a hablar de mi literatura, ya que estaba pensando que yo comencé a ser escritor en la misma forma que me subí a este estrado: a la fuerza. Confieso que hice todo lo posible por no asistir a esta asamblea: traté de enfermarme, busqué que me diera una pulmonía, fui a donde el peluquero con la esperanza de que me degollara y, por último, se me ocurrió la idea de venir sin saco y sin corbata para que no me permitieran entrar en una reunión tan formal como ésta, pero olvidaba que estaba en Venezuela, en donde a todas partes se puede ir en camisa. Resultado: que aquí estoy y no sé por dónde empezar. Pero les puedo contar, por ejemplo, cómo comencé a escribir.

A mí nunca se me había ocurrido que pudiera ser escritor pero, en mis tiempos de estudiante, Eduardo Zalamea Borda, director del suplemento literario de El Espectador de Bogotá, publicó una nota donde decía que las nuevas generaciones de escritores no ofrecían nada, que no se veía por ninguna parte un nuevo cuentista ni un nuevo novelista. Y concluía afirmando que a él se le reprochaba porque en su periódico no publicaba sino firmas muy conocidas de escritores viejos, y nada de jóvenes en cambio, cuando la verdad -dijo- es que no hay jóvenes que escriban.

A mí me salió entonces un sentimiento de solidaridad para con mis compañeros de generación y resolví escribir un cuento, nomás por taparle la boca a Eduardo Zalamea Borda, que era mi gran amigo, o al menos que después llegó a ser mi gran amigo. Me senté y escribí el cuento, lo mandé a El Espectador. El segundo susto lo obtuve el domingo siguiente cuando abrí el periódico y a toda página estaba mi cuento con una nota donde Eduardo Zalamea Borda reconocía que se había equivocado, porque evidentemente con «ese cuento surgía el genio de la literatura colombiana» o algo parecido.

Esta vez sí que me enfermé y me dije: «¡En qué lío me he metido! ¿Y ahora qué hago para no hacer quedar mal a Eduardo Zalamea Borda?». Seguir escribiendo, era la respuesta. Siempre tenía frente a mí el problema de los temas: estaba obligado a buscarme el cuento para poderlo escribir.

Y esto me permite decirles una cosa que compruebo ahora, después de haber publicado cinco libros: el oficio de escritor es tal vez el único que se hace más difícil a medida que más se practica. La facilidad con que yo me senté a escribir aquel cuento una tarde no puede compararse con el trabajo que me cuesta ahora escribir una página. En cuanto a mi método de trabajo, es bastante coherente con esto que les estoy diciendo. Nunca sé cuánto voy a poder escribir ni qué voy a escribir. Espero que se me ocurra algo y, cuando se me ocurre una idea que juzgo buena para escribirla, me pongo a darle vueltas en la cabeza y dejo que se vaya madurando. Cuando la tengo terminada (y a veces pasan muchos años, como en el caso de Cien años de soledad, que pasé diecinueve años pensándola), cuando la tengo terminada, repito, entonces me siento a escribirla y ahí empieza la parte más difícil y la que más me aburre. Porque lo más delicioso de la historia es concebirla, irla redondeando, dándole vueltas y revueltas, de manera que a la hora de sentarse a escribirla ya no le interesa a uno mucho, o al menos a mí no me interesa mucho; la idea que le da vueltas.

Les voy a contar, por ejemplo, la idea que me está dando vueltas en la cabeza hace ya varios años y sospecho que la tengo ya bastante redonda. Se las cuento ahora, porque seguramente cuando la escriba, no sé cuándo, ustedes la van a encontrar completamente distinta y podrán observar en qué forma evolucionó. Imagínense un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de diecisiete y una hija menor de catorce. Está sirviéndoles el desayuno a sus hijos y se le advierte una expresión muy preocupada. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella responde: «No sé, pero he amanecido con el pensamiento de que algo muy grave va a suceder en este pueblo».

Ellos se ríen de ella, dicen que ésos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el adversario le dice: «Te apuesto un peso a que no la haces». Todos se ríen, él se ríe, tira la carambola y no la hace. Paga un peso y le pregunta: «¿Pero qué pasó, si era una carambola tan sencilla?». Dice: «Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi mamá esta mañana sobre algo grave que va a suceder en este pueblo». Todos se ríen de él y el que se ha ganado el peso regresa a su casa, donde está su mamá y una prima o una nieta o en fin, cualquier parienta. Feliz con su peso dice: «Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla, porque es un tonto». «¿Y por qué es un tonto?». Dice: «Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado por la preocupación de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo».

Entonces le dice la mamá: «No te burles de los presentimientos de los viejos, porque a veces salen». La parienta lo oye y va a comprar carne. Ella dice al carnicero: «Véndame una libra de carne» y, en el momento en que está cortando, agrega: «Mejor véndame dos porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado». El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice: «Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se está preparando, y andan comprando cosas».

Entonces la vieja responde: «Tengo varios hijos; mire, mejor déme cuatro libras». Se lleva cuatro libras y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice: «Se han dado cuenta del calor que está haciendo?». «Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor.» Tanto calor que es un pueblo donde todos los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos. «Sin embargo -dice uno-, nunca a esta hora ha hecho tanto calor.» «Sí, pero no tanto calor como ahora.» Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: «Hay un pajarito en la plaza». Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.

«Pero, señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.» «Sí, pero nunca a esta hora.» Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. «Yo sí soy muy macho -grita uno-, yo me voy.» Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen: «Si éste se atreve a irse, pues nosotros también nos vamos», y empiezan a desmantelar literalmente al pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo dice: «Que no venga la desgracia a caer sobre todo lo que queda de nuestra casa» y entonces incendia la casa y otros incendian otras casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio clamando: «Yo lo dije, que algo muy grave iba a pasar y me dijeron que estaba loca».

viernes, 22 de octubre de 2010

Jaime Sabines - Los Amorosos

Oh... ya se fue un mes, pronto seran dos y antes de que se cumplan prefiero ir preparando el blog para las entradas futuras.

Esta es Una Pequeña Pausa ^^

Jaime Sabines - Los Amorosos

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre ¡qué bueno! han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.